Las mañanas de mi perro son cada vez más limpias.
Él vuelve insignificante mi jadeo verde por la sabana.
Cada día le entrego unas monedas como quien regala parabienes.
Él las mira con su ojos dorados y excreta sobre ellas.
Son falsas las monedas si las comparo con su desvelo.
En la madrugada él pedalea conmigo
los muchachos que jamás conocí, de lejos me miran pasar.
Nada puede compararse con sus verdes cabeza
¿A dónde irán con sus calzas hambrientas?
Miran a mi perro con las monedas colgadas al cuello.